Al observar la situación que vive hoy en día la educación pública y privada de nuestro país, de inmediato me traslado a los tiempos en que mi generación fue educada.
Para ilustrarles mejor resaltaré algunos aspectos: La educación pública se iniciaba a la edad de 7 años. Para los años 60, ya existían algunos colegios privados, pero la clase social de mi generación no tenía acceso a los mismos, de manera tal que la única opción era la escuela pública, por lo cual doy gracias a Dios.
Hoy al hacer comparaciones con las nuevas generaciones puedo afirmar que la nuestra le aventaja por muchas millas de distancia.
Las escuelas públicas en verdad eran el segundo hogar para nosotros.
Los profesores (as) eran educadores por vocación, enseñaban a respectar a nuestros semejantes y a la madre naturaleza.
La moral y cívica como materia de estudio tenía una gran importancia.
Recuerdo que el Día del Profesor, todos acostumbrábamos a obsequiar al maestro (a) diferentes tipos de productos agrícolas entre ellos: piña, yuca, auyama, gallina o algún objeto de cerámica.
Las limitaciones eran tal que teníamos que fraccionar los lápices con hermanos, primos y compañeros de aula. Los libros eran escasos, pero igual hacíamos nuestras tareas en la Biblioteca Pública, aunque para ello tuviéramos que caminar 10 ó 15 kilómetros.
La realidad de la educación de hoy, necesariamente me hace mirar atrás y reflexionar sobre los cambios que hay que hacer en el modelo de la educación pública en nuestro país.
En la actualidad prima el interés comercial de una manera desmesurada, en el ámbito de la educación privada.
En tanto, la pública ha degenerado en la calidad de la enseñanza y en nuevas infraestructuras, situación que denota la falta de planificación e interacción con otros organismos del estado que tienen que ver con las estadísticas de crecimiento de la población.
La calidad de ambos sectores de la enseñanza no se compara a la de las escuelas públicas de aquellos tiempos, situación que se refleja en el comportamiento de jóvenes, su bajo índice académico y la falta de profesores con vocación de servicio.
Muchos padres, entre los cuales me incluyo, tenemos que inscribir nuestros hijos en colegios privados en busca de una educación de mayor calidad.
Todos los años los propietarios de los colegios privados aumentan el costo de matriculación y las cuotas mensuales en un porcentaje que está por encima de los indicadores de la inflación.
Los salarios de la mayoría de los padres permanecen estáticos, pero eso no cuenta a la hora de tomar tal decisión y hasta amenazan con cobrar el servicio por adelantado. Más bien parece que los dueños de los colegios privados le declararan la guerra a los padres de familia.
¿Dónde está la humanidad de estos señores? Voy a terminar esta reflexión invocando a Dios para que ablande el corazón de los propietarios de colegios privados e ilumine a las autoridades relacionadas con el sistema educativo de nuestro país, para que puedan encontrar una solución al problema y propicien los cambios necesarios en el modelo de educación actual.
Fuente: Listín Diario
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