viernes, 11 de mayo de 2012

CRÓNICA CON SABOR A PUEBLO

Hoy se me ocurrió escribir sobre el ajetreo cotidiano de miles de dominicanos que, cada día, salimos a las calles a buscar el moro,” truene, llueve o ventee”, en esta ciudad de Santiago de los Caballeros, ubicada en el hermoso Valle del Cibao, República Dominicana. Desde su fundación (1495), Santiago se ha caracterizado por el arraigo de la cultura del trabajo, evidenciada en el auge de los sectores agrícola, industrial y de servicio. Por consiguiente, desde las cinco o las seis de la mañana comienza el corre y corre diario. Un bañito por aquí, un cafecito por allá; el arreglo de la ropa, si no se dejó nada listo, y a la vez se da paso a la tremenda costumbre de encender el televisor o la radio para conocer las noticias. Muchos se trasnochan por el afán de estar enterados del acontecer nacional e internacional. Indudablemente, a los dominicanos nos gusta estar informados, y el país cuenta con las instalaciones y medios actualizados para lograr ese objetivo que nos coloca a la par con las exigencias del mudo global. Tempranito, comienzan los noticieros, transmitidos con estilos muy diversos, pero prácticamente todos dicen lo mismo. Se fundamentan en los titulares de los periódicos, salvo la inclusión de eventos noticiosos específicos cubiertos por los canales y la producción de algunas entrevistas en vivo. No obstante, sus aportes son interesantes a los fines de mantener enteradas las comunidades. La ciudad se sigue activando. La señora de la casa se maquilla, ya sabe lo prioritario; hasta tiene información de los chismes faranduleros de la actualidad y de las hazañas deportivas. Espérate- le dice al esposo- déjame ver qué dicen los políticos. Avanza el día y siguen las noticias. Los vecinos de la esquina, apenas tuvieron tiempo para tomarse el café, comerse un mangú con huevos fritos, adornados con cebollitas, o una yuquita mocana con salami, jamón, queso o cualquier acompañante. En otros hogares, no faltan los panes, el casabe, las frutas, los jugos, los cereales importados o un sándwich, preparado a la carrera, en el momento en que se comanda la tropa de niños o al muchachito único, que por cierto es “súper mañoso”, para que desayunen. Otros miles se van con el estómago vacío, o quizás con una taza de nuestro aromático café; porque sencillamente no pueden comprar nada o prefieren adquirir alimentos en alguna cafetería o puesto callejero, de los tantos que abundan sobre las aceras, evidentemente, sin ninguna regulación y control sanitario. Te advierto que Francisca, como toda madre preocupada, le lee la cartilla a su hija adolescente antes de salir: ¡Ten cuidado al desmontarte! ¡Cuidado con los hoyos en las aceras o la basura que tiran los vecinos!, ¡fíjate bien!, ¡cuida la cartera! No es que vivas con el delirio de ser perseguida, pero observa a las personas. Si se te acercan mucho o ves algo raro, trata de entrar algún sitio que creas un poco seguro o donde se encuentren más personas. ¡Ten cuidado del tipo que se te pega mucho en la acera! De buenas a primera te dejan con las manos limpias y el grito al cielo. También, pueden mandarte al otro mundo sin haber arreglado las cuentas con Dios. ¡Qué Dios te proteja! La verdad es que ya llegamos a donde no queríamos. Un grupito de vagos y envidiosos nos ha dañado la vida. ¡Tan tranquila que era esta ciudad cuando yo era pequeña! Añoro aquel tiempo. Con tres kilos de informaciones en la cabeza y la preocupación por el pago de las facturas del teléfono, el agua, la luz , el cable, la farmacia ,el supermercado, el colegio, la universidad, la tarjeta de crédito y otras cosas más, las personas salen a las calles en vehículos propios o privados, en bicicletas, en motores o a pies. Los coches, los burros, los caballos y los mulos, medios de transporte utilizados hace más de cinco décadas, quedaron prácticamente en el olvido. ¡Mi madre! Son las 7.00 a.m. El tránsito es pesado. Todo el mundo está atareado. Se inicia el encuentro con los trabajadores del “sector informal”, según las técnicas palabras de los economistas. Por allí están los que venden periódicos, revistas, tarjetas telefónicas, aguacates, funditas de agua, flores, semillas de cajuil, porta celulares, banderitas o mensajes especiales, dependiendo de la época festiva; en fin ,todo lo que se les ocurra y algo más. De buenas a primeras, un niño o un jovenzuelo le tira un trapo o una esponja al cristal frontal del vehículo, para proceder a la “limpieza” del mismo. Si eres el elegido y haciendo uso de la expresión popular, te sugiero que “no cojas cuerda”. Te forzaron a limpiar, aunque el vehículo esté impecable. Si no lo estaba, ármate de paciencia, pues se verá peor, y encima de esto tienes que pagar por los chorros dejados. Cambia la luz del semáforo y no te da tiempo para desahogarse con el limpiador. Sigues corriendo. Si vas en el carro público, es frecuente que te saturen de noticias y comentarios extravagantes e insultantes sobre figuras públicas, emitidos, en muchos casos, por “íconos de la comunicación y la cultura” Prepárate, porque en la mayoría de los imprescindibles transportes públicos, única alternativa para millones de ciudadanos, te aceleran el corazón a ritmo de bachata, merengue de calle y salsa a todo volumen. A veces, dan ganas de taparse los oídos, o esfumarse cuando se escucha la lírica irrefrenable que sabe a… e improvisación. Espérate, no te vayas. Sigue leyendo. Se me olvidaba decirte que también puede sonar el estridente denbow o la locura del reggaeton que aturde. En esos momentos las personas maduritas añoran un bolerito o una baladita romántica; inclusive, un merenguito bailable y cadencioso, como los de antes. Desde los carros o” guagüitas voladoras “, que sirven por montón a la población y aceleran la vida de Santiago, se pueden captar aspectos arquitectónicos, organizativos, demográficos de la ciudad. También deducir las preferencias en las modas y gustos de los ciudadanos. Por cierto, aunque no se tenga los recursos necesarios, la tendencia, principalmente de las mujeres, es adquirir zapatos y ropas de procedencia norteamericana y asiática, para lucir combinadas y al último grito de la moda. El bajo costo de las mismas, las hace accesible a las personas de menores ingresos. Las de mayores recursos, obtienen carteras, zapatos, accesorios y ropas de alta costura provenientes de Europa y Estados Unidos. Es una realidad, la tendencia a desplazar del mercado las confecciones locales e inclusive, las excelentes producciones de diseñadores dominicanos. Se percibe, en el sexo femenino, el afán de opacar los rasgos negroides o mulatos y lucir como rubias europeas o norteamericanas, aunque sea a empujones. Es una especie de negación racial vinculada a elementos extranjerizantes. Inclusive, la tendencia es que las extranjeras, sobre todo de ascendencia haitiana, tienden a seguir esas pautas. Pasando a otro aspecto de nuestras coloridas expresiones y manifestaciones culturales, destaco que en los transportes públicos, generalmente se hace gala de la solidaridad, locuacidad y estilo confianzudo que caracteriza a un amplio sector del pueblo dominicano. En el municipio de Santiago funcionan más de cuarenta líneas de concho y en cada una usted puede comprobar esos rasgos. ¿Le desperté la curiosidad? Entonces le invito a que se monte en los conchos o “guagüitas voladoras”. Prepárese y apunte mentalmente. Si el trayecto es un poquito largo, le aseguro que usted escuchará opiniones sobre política; oirá sartas de quejas sobre la situación económica; críticas a figuras de renombre; debates sobre pelota, política, religión; pleitos con los sindicatos de choferes; relatos sobre los líos de último momento; recetas para la salud y el adelgazamiento; asesoramiento gratuito sobre todos los temas nacionales e internacionales emitidos por “expertos populares”. Se enterará de vivencias y miles de historias personales relatadas por los ocupantes de los vehículos. Cualquiera se cae del asombro cuando los temas se refieren a las parejas y las infidelidades, sobre todo las narradas por damas agresivas, celosas y despechadas que inmediatamente encuentran “coro” en la vecina de al lado y escuchan con rabia las intervenciones de los defensores de los “derechos masculinos “.Si la atmosfera se calienta, le sugiero abandonar el vehículo para evitar ser testigo de una batalla física y verbal. Dile a Carmen y a sus amigas que calculen cuántas horas -vidas reducen su existir las tensiones mañaneras. Por fin llegaste al trabajo. Corre para aquí; corre para allá. La aspiración diaria es que el jefe venga con una cara alegre y deseos de trabajar, haciendo uso de exquisitas relaciones humanas. Conseguir llevar la “fiesta en paz” aun con la compañera o el compañero que te pone “cascaritas para que resbales”. Lo importante es seguir el plan de trabajo y bendecir a Dios porque lo tienes. Como perteneciente al ejército de empleados, te digo, honestamente, lo siguiente: ármate de paciencia, creatividad y dinamismo para cumplir con los retos y solucionar los problemas que genera tu empleo. Bendice la oportunidad de tener un trabajo fijo en un país en el que la tasa de desempleo se calcula sobre el 30 por ciento. ¿Sabes? la situación de Juan, Antonio, Pedro, Altagracia o Ramona es peor. Ellos salen a “chiripear “y a conseguir lo que puedan honradamente, en contraposición con los que viven bajo la cultura de obtener todo con poco esfuerzo. En la calle, se oyen los comentarios del pueblo ahogado por los problemas económicos: “La cosa ta dura; “Toy loca porque pasen las elecciones” ”La gente no quiere gastar”. “Aquí hay que tai pegao pa no pasai jambre” “Me voy a metei a político pa haceime rico” “Toy loco poique me saigan lo papele pa ime pa Nueva Yoi” “Enfeimaise e pa rico” ¿Quién le puede entrai ei pico a la clínica y a la medicina? “y eso de i ha supeimeicado ni deci” Se sigue el plan de trabajo durante la mañana. A las doce, o quizás algo más, se acostumbra a realizar el almuerzo. Este compromiso se resuelve de diferentes maneras. Los que pueden, retornan al hogar donde se prepara y comparte la comida con todos, tal como se hacía unas décadas atrás. Por ejemplo, Doña Clara dejó las instrucciones a la persona de su familia, su asistente o trabajadora doméstica, sobre lo que se cocinaría. Si no tiene ayuda, ella prepara alimentos frescos y de acuerdo a los requerimientos familiares. Comento, como dato gracioso, que no me imagino lo que hubieran dicho los maridos de la década del sesenta, hacia atrás, si sus mujeres les hubieran presentado al mediodía hamburguesas, hot dogs, pizza, papas fritas o cualquier tipo de comida light. Seguro, pero segurísimo, las damas hubieran sido devueltas a sus casas por ser “incompetentes como amas de casa”; por no cumplir con los deberes hogareños, según lo estipulado por la cultura: preparar y servir un buen plato de arroz, habichuela y carne acompañado por ensalada, o en su defecto sancocho, locrio, “asopao”, moro, chambre y otras delicias criollas. Por vergüenza y precaución´, las madres enseñaban a cocinar a sus hijas para evitar la consabida crítica de toda la familia, los amigos y el “cuchucheo “de la comunidad. El período de almuerzo también es utilizado para hacer diligencias Al caer la tarde, mucha gente finaliza la faena. Regresa a los hogares. En las calles, la denominada hora pico hace justicia a su nombre, al producirse una congestión en el tránsito vehicular jornada. Otros, inician su trabajo nocturno en supermercados, farmacias, restaurantes, bancas de apuestas y sitios de recreación, entre otros. Miles de estudiantes se desplazan hacia las escuelas, institutos, universidades, o regresan de ellas. Los empleados y obreros, con rostros que reflejan cansancio, buscan afanosamente el modo de llegar a los hogares, darse un buen baño, cenar y ver su programación favorita en la televisión. No olvide que la doña de la casa, que se pasó el día entero trabajando en el hogar, exige que se le respete su tiempo para ver sus novelitas mexicanas, venezolanas o brasileñas. En las noches, gran parte del primer Santiago de América, habitado por más de dos millones de habitantes, se torna silencioso. La mayoría de las personas prefieren recluirse en sus hogares por razones de seguridad, economía, cansancio y preparación para el nuevo día. Los viernes o sábados, cuando termina la semana laboral, un sector de la población busca el desquite de las tensiones producidas por el trabajo. Con el dinerito del salario de la semana, (todavía caliente en el bolsillo), Ramón, Pedro y Andrés deciden tomarse unas frías, “para botar el golpe”, en el bar ubicado a muchas cuadras de su casa, el colmadón, el billar, la pulpería, la banca de apuestas, en la acera, terraza o galería de su hogar. Mejor todavía, si se acompaña el disfrute jugando unas manitas de dominó, hasta las tantas de la noche. Otro grupo prefiere animarse a ritmo de merengue y de bachata; planifica la salida para ver espectáculos públicos; ir al Monumento a los Héroes de la Restauración, a los establecimientos de diversión aledaños a ese emplazamiento arquitectónico, como el al Gran Teatro del Cibao. También, al Centro León, el Estadio Cibao, la Arena del Cibao y otros centros deportivos. Los de mayores recursos, visitan restaurantes, clubes exclusivos o se desplazan de la ciudad. No faltan, en el fin de semana, los viajecitos a los ríos, las montañas o las playas, sobre todo, en los días feriados. Muchas familias asisten los domingos a las iglesias. Después de las actividades religiosas, las familias que pueden llevan los niños a dar una vuelta, con comida light incluida. Otras, si les alcanza el tiempo, visitan los abuelos u otros familiares. Indudablemente, en ciertos sectores, el abandono u olvido familiar está tomando cuerpo, a medida que la ciudad y la vida se hacen más complejas e individualistas. El “colmo de los colmillos “se presenta cuando usted visita hogares donde apenas saludan, y todos, incluyendo los padres, centran su atención en los aparatos tecnológicos que los desconectan de el entorno y sacan al visitante de las posibilidades de recibir atención familiar. Se reduce el gesto de cortesía a que te digan: Hola, y siguen pegados a los televisores, las computadoras, los B B u otros aparatos. Después de esto no hay otra alternativa: Te despides y das la media vuelta con el pique de haber invertido tu tiempo y no ser correspondido. No hay otra cosa. Comienza a prepararte para la faena del lunes. Los días siguen pasando hasta que Dios quiera. Transfórmalos en positivos y esperanzadores. By: MINERVA CALDERÓN LÓPEZ, M.A. República Dominicana 8 de mayo de 2012

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