La educación superior centroamericana, consciente de los desafíos que para sus instituciones y para la sociedad acarrean las realidades estructurales del mundo contemporáneo, durante los últimos 15 años ha impulsado múltiples iniciativas y esfuerzos encaminados a la construcción y consolidación de un espacio de integración regional, bajo la perspectiva de fortalecer mediante la acción colaborativa, las correspondientes capacidades académicas e institucionales.
A la educación superior centroamericana no le ha sido indiferente la compleja transformación estructural que la globalización desencadena, a escala de la sociedad en su conjunto, de los sistemas económico/productivos, de las bases estructurales del desarrollo y de la necesidad de fortalecer desde el Estado el sistema nacional de la institucionalidad democrática.
De la misma manera, tampoco nos ha sido indiferente la sustantiva repercusión social, cultural, epistemológica, pedagógica, axiológica e incluso ontológica, que la sociedad del conocimiento acarrea en relación con la configuración de todas las dimensiones esenciales de la condición humana actual.
La presente ponencia ha sido escrita desde una perspectiva anclada en los propios registros de historicidad y en las respectivas realidades societales que dan sus características específicas a la educación superior centroamericana.
Se busca aquí desarrollar y ofrecer, en el marco del II Encuentro de Rectores de UNIVERSIA, una ubicación y una reflexión en torno a la educación superior de Centroamérica, que pueda servir como un insumo para el intercambio y el diálogo interinstitucional, así como para la construcción de espacios colaborativos y de desarrollo recíprocamente compartido y solidario entre las universidades de Iberoamérica.
Asimismo, se acoge e incorpora aquí, las importantes valoraciones que ya previamente se nos hiciera llegar, en diciembre de 2009, por parte del Dr. Juan A. Vázquez, de la Universidad de Oviedo, y el Dr. José Ignacio Moreno León, Rector de la Universidad Metropolitana de Caracas, Venezuela.
Vertientes estructurales de transformación para la educación superior
Globalización y educación superior en Centroamérica
Desde una perspectiva de educación superior, la globalización puede ser caracterizada como la nueva matriz estructural que, conjuntamente con las realizaciones científico/tecnológicas de la sociedad del conocimiento, da su configuración medular a las sociedades contemporáneas.
La globalización es múltiple en sus incidencias estructurales. Tanto las instituciones de educación superior como las del Estado y de la sociedad en su conjunto, se ven inscritas en una nueva articulación de escenarios diversos, donde los problemas y sus posibles soluciones pasan a ser regional e internacionalmente comunes.
A propósito, por ejemplo, considérese la problemática sanitaria reciente generada a raíz de la emergencia de la AH1N1. Esta constituye una constatación precisa, según la cual hoy ya no es posible una definición estrictamente local de los problemas, ni de la aplicación de las posibles soluciones. Las políticas aisladas, en cualquier campo o materia de que se trate, ahora se vuelven tendencialmente insuficientes. Todo se muestra en la actualidad entretejido en una imbricación sustantiva entre lo local y lo global; acontecimiento al que diversos analistas coinciden en denominar como la emergencia de lo “glocal”.
Las realidades del mundo contemporáneo, por consiguiente, se caracterizan por una extrema complejidad e interdependencia. A diferencia de lo que a veces se pudiera pensar, la naturaleza de la globalización tampoco remite exclusivamente a las dinámicas que acontecen en el marco de las desestructuraciones y rearticulaciones de la economía nacional y mundial. Constituye igualmente una proliferación de situaciones que tienen una repercusión crucial en las dimensiones de los intercambios humanos, del conocimiento, de la cultura y del pensamiento; por consiguiente, también en la dimensión fundamental de la educación.
R. Barnett caracteriza lo anterior de la siguiente manera: “La era global engendra continuas reestructuraciones en la cultura, el trabajo y la vida, en general. Es esta reestructuración continua la que produce la supercomplejidad en la que todos nuestros marcos de comprensión son desafiables.”[3] De manera similar, para M. Freitag: “La misma vida social deviene entonces, en todas sus dimensiones y al mismo tiempo, en el objeto y el producto de una sola y misma exigencia formal de adaptación de todas las partes en el entorno complejo, dinámico y a priori imprevisible que constituyen, conjuntamente, las unas para las otras.”[4]
A propósito de la relación entre educación superior y globalización, a su vez, cabría destacar lo ya señalado por el Proyecto Tuning América Latina en 2007:
La globalización puede tener varios efectos: en ciertos casos, podría significar la incorporación de modelos extranjeros, pero, en otros, que son los deseados, puede facilitar referentes para mejorar prácticas internas y reafirmar la pertinencia con una visión local y global, que son necesarias y complementarias. Esta realidad, además de potenciar el intercambio de información, de experiencias, de profesores y estudiantes, de innegables beneficios, por otro lado favorece la igualdad en cuanto al acceso a programas de educación universitaria, ya que, gracias al inusitado desarrollo de las nuevas tecnologías, estudiantes de distintos continentes y países pueden matricularse y cursar estudios universitarios en sitios remotos, sin moverse de su lugar de origen.[5]
La complejidad e intensificación a escala planetaria de los intercambios humanos, del conocimiento y de la cultura, hoy apreciables a través de múltiples manifestaciones, la educación superior les asimila cada vez más bajo una perspectiva de gestión académica e institucional inédita, que ya tampoco se resuelve sino tendencialmente a partir de procesos de integración regional y extrarregional; en clave de procesos de internacionalización.
Para una región como la de Centroamérica, en sus repercusiones concretas, la globalización también acarrea la agudización de endémicas y adversas problemáticas estructurales.
En las últimas dos décadas, los procesos de globalización económica, política y cultural, han provocado efectos cada vez más dramáticos en nuestros países, acentuando las tensiones entre lo global y lo local; entre el derecho comercial internacional y los derechos humanos de nuestros ciudadanos; entre la dependencia alimentaria y su soberanía; entre la concepción de la educación como una mercancía sujeta a las leyes del mercado y su concepción como bien público para el desarrollo de nuestros pueblos y de la humanidad. (VI Congreso Universitario Centroamericano, 2005, p. 10).
A propósito, ya en 1998, la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior de la UNESCO (CMES 1998), en sus principales líneas “aspiraría a identificar algunos principios fundamentales que, a escala mundial, pudieran servir de base para promover profundas reformas de los sistemas de educación superior y subrayar su contribución a la construcción de una cultura de paz, basada en un desarrollo con equidad, justicia, respeto a los derechos humanos, solidaridad y democracia, todo lo cual demanda instituciones de educación superior dotadas de autonomía responsable y libertad académica.”[6]
Habríase también de recordar que los lineamientos centrales adoptados por la CMES 1998, en su conjunto establecieron una directriz clara en relación con la aportación que, en la actualidad, en el marco de la globalización, la educación superior está llamada a proporcionar a la sociedad: contribuir con la construcción de sociedades democráticas y solidarias, basadas en una cultura de paz y en el desarrollo humano sostenible.
La educación superior está ahora inscrita en una situación en la que varían y se reestructuran sus relaciones con la sociedad y con el mundo del trabajo. Se configura un escenario en el que se intensifica y amplía la interacción con los agentes externos y con los contextos de la vida económica y productiva. Esta situación conduce a la necesidad de replantearse la misión institucional de la educación superior, tanto en relación con su papel en la sociedad, como en su calidad de institución que participa de manera protagónica en aportar a la definición de las políticas públicas del Estado, asociadas con los procesos del desarrollo nacional, así como con la ejecución de las correspondientes estrategias y programas.
La globalización ha obligado a las instituciones de educación superior a plantearse diversas orientaciones de transformación, tanto a escala de su proyecto pedagógico, lo mismo que de su gestión y de la reestructuración de la oferta académica.
A escala de Centroamérica, en contexto de globalización, la respuesta que la educación superior diseña y asume en un plano regional, tiene su configuración inicial en los lineamientos y programa propuestos en el Tercer Plan de Integración Regional de la Educación Superior Centroamericana (PIRESC III), formulado y aprobado en 1995 por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA).
La plataforma de políticas y programas del CSUCA, en la actualidad abarca a todas las universidades públicas de los 7 países de Centroamérica, incluyendo la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) de República Dominicana. Forman parte de este espacio asociativo, por consiguiente, dos de las universidades de mayor antigüedad fundadas en América Latina: la UASD de República Dominicana y la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC).
El PIRESC promueve y favorece que la educación superior centroamericana suscriba como una de sus principales estrategias, la de la integración regional. Todavía a mediados de la década de 1990, la educación superior apenas daba inicio a los planteamientos que posteriormente conducirían a clarificar la perspectiva de la internacionalización, heurística fecunda que hoy orienta y da un contenido prospectivo y propositivo a nuestro quehacer.
En materia de organización y gestión, en anticipo de lo que en la actualidad ha pasado a ser denominado como el espacio común de la educación superior, el PIRESC III adopta la política de los Sistemas Universitarios Regionales, que de manera concreta vendrían a ser desarrollados mediante la figura de las Redes Académicas Centroamericanas. Con disposición y sentido de los nuevos desafíos planteados, la educación superior centroamericana busca su articulación a través de la heurística de la asociación colaborativa, con confianza en la potencia que puede propiciar una relación interinstitucional solidaria y de colaboración recíproca.
Es muy importante destacar, en tal sentido, que ya para mediados de 1990, la educación superior pública de Centroamérica se provee de una plataforma de política y programática, cuya configuración la definen ejes estratégicos para el fortalecimiento académico e institucional, los cuales se encuentran en sintonía con las directrices que en 1998 vendrían a ser planteadas y aprobadas en el marco de la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (CMES 1998): evaluación y acreditación, internacionalización, movilidad académica, desarrollo y fortalecimiento del posgrado, reconocimiento de títulos, relación universidad y sociedad, sistemas de información documental, vida estudiantil.
No obstante, las acciones del CSUCA y los desarrollos del PIRESC poseen un alcance que trasciende también el propio el umbral de las universidades públicas. Los procesos impulsados a partir de mediados de la década de 1990, hoy tienen una amplitud en la que también han empezado a ser vinculadas las universidades privadas. Es este el caso de la creación en 2003 del Concejo Centroamericano de Acreditación (CCA), instancia que en muy alta medida emerge como resultado de los esfuerzos y logros materializados por el CSUCA en el marco del Sistema Centroamericano de Evaluación y Acreditación (SICEVAES). De igual manera, en el CCA participan también los ministerios de educación y representantes de los organismos de acreditación de la educación superior, así como de los colegios profesionales y de las comunidades estudiantil y docente.
En la actualidad, como parte esencial de las tareas a seguir, la educación superior no puede prescindir de la perspectiva de la internacionalización, ni de los cursos de acción a ésta asociados. La colaboración interinstitucional, a escala regional, extrarregional y planetaria, las universidades necesitamos continuar construyéndola y fortaleciéndola, en ámbitos como la equiparación de estudios y el reconocimiento de titulaciones, la evaluación y la acreditación, la colaboración solidaria y recíproca para el fortalecimiento de las ofertas académica y para elevar el nivel académico de las comunidades universitarias, la gestión de la investigación y el desarrollo de redes internacionales de investigación, la movilidad estudiantil, el incremento de la producción científica y su intercambio y protección.
Fuente: heic.universiablogs.net
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